23 agosto 2006

Fragmento

Lamentablemente en el último post tuve que relatar una escena de violencia, cosa que no me gusta pero lamentablemente es muy frecuente (más allá de que no lo cuente).
Por eso es que decidí que dure un sólo día. En este post no quiero decir nada del bar, dejaré que alguien hable por mí; aquí va entonces un fragmento de Cortázar, una terrible muestra de amor, un llanto escrito, un fragmento que llega hasta lo más profundo y hace olvidar las desdichas diarias, porque siempre hay peores.

Lector, tal vez ya lo sabes: Julio, el Lobo, termina y ordena solo este libro que fue vivido y escrito por la Osita y por él como un pianista toca una sonata, las manos unidas en una sola búsqueda de ritmo y melodía.

Apenas terminada la expedición, volvimos a nuestra vida militante y partimos una vez más a Nicaragua donde habái y hay tanto para hacer. Carol reanudó allí su trabajo de fotógrafa mientras yo escribía artículos para mostrar en todos los horizontes posibles la verdad y la grandeza de la lucha de ese pequeño pueblo que infatigablemente continúa su viaje hacia la dignidad y la libertad.

También allí encontramos felicidad, ya no solos en los paraderos del París-Marsella sino en el contacto diario con mujeres, hombres y niños que miraban como nosotros hacia delante. Allí la Osita empezó a declindar víctima de un mal que creíamos pasajero porque en ella la voluntad de la vida era más fuerte que todos los pronósticos, y yo compartía su coraje como siempre compartí su luz, su sonrisa, su enamorada vivencia del sol, del mar y de la esperanza en un futuro más hermoso.

Volvimos a París llenos de planes: terminar el libro, dar sus derechos de autor al pueblo nicaragüense, vivir, vivir todavía más intensamente. Siguieron dos meses que nuestros amigos llenaron de cariño, dos meses en que rodeamos a la Osita de ternura y en que ella nos dio cada día ese valor que nos iba abandonando. La vi emprender su viaje solitario, donde yo no podía ya acompañarla, y el 2 de noviembre se me fue de entre las manos como un hilito de agua, sin aceptar que los demonios dijeran la última palabra, ella que tanto los había desafiado y combatido en estas páginas.

A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato. Bien sé, Osita, que habrías hecho lo mismo si me hubiera tocado precederte en la partida, y que tu mano escribe, junto con la mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir como acaso hemos llegado a mostrarlo en esta aventura que toca aquí a su término pero que sigue, sigue en nuestro dragón, sigue para siempre en nuestra autopista.

De: Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París-Marsella
Dunlop - Cortázar 1982

2 comentarios:

Noelia dijo...

No puedo expresar lo que causo en mi corazòn este texto, no lo habìa leìdo nunca, pero se puede sentir el dolor que transmite por la perdida de su amada. Lo ùnico es que no me gusto encontrarlo en su blog justamente hoy, me voy a dormir con un agujerito en el corazòn.

Anónimo dijo...

Hoy se han empeñado en desgarrarme el alma y el corazon en este blog, en otro que tambien entro, y la musica de fondo que se empeña en enroscarme el estomago, pero bueno como digo siempre, el dolor tambien es parte de la vida, y vivirlo nos hace fuerte...Nunca se es completamente feliz, ni completamente infeliz...yo aprovecho la infelicidad para recordarme la felicidad, pero un dolor profundo como la partida, fisica es incomparable, y es un dolor que late dia a dia...