En el kiosco que comparte local con el bar siempre trabajaron señoritas bastante bonitas, situación más que festejada por empleados y parroquianos del tugurio.
Ante la renuncia de alguna de ellas siempre eran reemplazadas por otra y así sucesivamente; hasta que un día todos quedaron perplejos con la imagen de un sujeto masculino de más de cuarenta años diciendo:
-De ahora en adelante yo voy a atender a la noche-
Grande fue la sorpresa cuando descubrimos en él a uno de los mejores clientes del bar, su predilección por el whisky vacía las botellas con la velocidad de una gacela.
Nadie sabe bien por qué, pero como a toda persona del bar, le terminamos poniendo un apodo. Perdió su nombre para siempre y pasó a ser para todos El Arzobispo.
Como el bar es casi un templo y los clientes sienten una religiosa obligación de asistir no venía mal empezar a poner un poco de jerarquías. El Arzobispo ya se lo tomó medio en serio y nombró monaguillo al Barman de Tenebroso Apodo y Sacristán a quien esto escribe.
Realiza bendiciones de parejas, exorcisa arrojando gotas de whisky a quienes no beben y trata a todos como "hijos míos".
Es más, prometió traer al bar a un tal Benedicto; no sabemos quien es pero lo estamos esperando
17 junio 2007
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4 comentarios:
el sábado estuve en su bar... buena música.
pasé, leí y volveré.
ta lueeegoooo
Pase por mi blog y cuélguese de la cadena a la que lo suscribí.
Ya se sabe, tan próximos estamos que el arzobispado se terminó fundiendo con el bar.
Y no es peor que habernos mimetizado con el Patio Olmos.
-- genial volvio!! bueno respecto al tequila me da gusto que lo degustarà la proxima vez traerè màs botellitas...
abrazo
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