03 enero 2008

Estilo

Miércoles dos de enero, manejo mi auto con la poca felicidad que da el estar volviendo de vacaciones; el sol ataca muy fuerte al mediodía y el termómetro ya anda por los treinta y algo; suena el teléfono:

-Podés atender esta tarde, hace mucho calor y estoy con mi novia en las sierras- Dice el Barman de Escasa Altura. Accedo gustoso al cambio de horario, mi retorno al trabajo será por la tarde y no desde la medianoche, situación que mejora un poco el hecho de la vuelta.

Llego al tugurio a las 19:15, el ex Barman de Tenebroso Apodo espera, impaciente, sentado en una mesa.

-Ahhh... atendés vos. Llegaste tarde, el bar se abre a las 7-

-Dejá de romper las pelotas, recién vuelvo de vacaciones-

Tomamos una cerveza mientras comentamos mi viaje y su falta de descanso en el nuevo trabajo. La primer tarde fue una de esas normales del bar. Un auto alabado escritor que vendía su libro donde descifra el Apocalipsis, el Ex Electricista del Bar que me convenció de volver a escalar en roca (y además prometió prestarme su equipo), el Arzobispo que llegó a contarme cada uno de sus días en el bar y su pelea con Miguel el Actual Electricista, una embarazada que se tomó dos cervezas, un peruano que juraba ser decendiente de un chamán, el nuevo empleado del kiosco que me mira con desconfianza, y otras cosas más que quedaron absolutamente olvidadas cuando hizo su ingreso un extraño personaje.

A eso de las 21:00 la temperatura era de unos 35 grados, el verano cordobés parece estar tomando venganza de la nevada invernal. Atiendo el bar en bermudas y sandalias, los clientes visten atuendos similares, los ventiladores giran sin poder ya mover el denso aire, muchos clientes al recibir su botella de cerveza la presionan contra su mejilla o cuello emitiendo sonidos parecidos a un largo orgasmo, afuera las mujeres caminan muy sueltas de ropas...

En ese instante todos giran su cabeza hacia la puerta, un sujeto pequeño y robusto pone un pié en el bar y avanza con destino a la barra; los clientes tienen su mirada clavada en él y yo hago lo propio. No podemos dejar de mirarlo, boquiabiertos contemplamos su andar y, sobre todo, su vestimenta. Zapatillas grandes, caras y de varios colores, pantalón amplio con enormes bolsillos y costuras del lado de afuera que parece ya caerse de su cintura, anillos grandes de un color que simula ser oro pero no pasa de vulgar latón, un enorme collar con el signo dolar, gorra grande blanca con la visera levantada, anteojos negros de plástico y... buzo de tela polar con capucha.

Se sienta en una banqueta frente a la barra, las miradas de los clientes y mia ya tornaron en risa semicontenida, como puedo intento controlarme y le pregunto que quiere mientras tres clientes se le paran atrás y le tocan el buzo.

-Dame una Brahma bien fría-

Haciendo caso omiso del pedido y luego de un momento de silencio, sin dejar de miralo, le digo lo que todos los cliente quieren saber:

-¿No tenés calor?-

-Si. Pero que le voy a hacer. Es mi estilo.-

Las sonoras carcajadas de todos los presentes no lograron aplacarse ni aún al ver al sujeto retirarse puteando y jurando venganza contra todos nosotros.

2 comentarios:

Gise dijo...

Jajaja, personajes si los hay!

Con este calor insoportable en Córdoba, lo único que puedo hacer es meterme a la pileta o encerrarme con el aire acondicionado... y este señor de buzo, terrible.

Espero haya tenido unas excelentes vacaciones. Habrá que seguir disfrutando del calor en la city no?

Hasta pronto.-

Anónimo dijo...

respecto a elsimondice.blogspot.com me gustaría que sepas que el tipo la dejó embarazada y ella tuvo la bebe sola el añó pasado, porque el yaya, juan, abandono a su propia bebé. no se que clase de persona te parece que es pero creo que por mas que la mina sea una bosta, segun él, nada justifica el abandono de un hijo.